lunes, 13 de agosto de 2018

La niña que alcanzaba las estrellas (Cuento)




LA NIÑA QUE ALCANZABA LAS ESTRELLAS
A mi padre Nelson y a mi sobrina Joseannys.

            Había una vez una niña muy lista llamada Guadalupe, pero era tan seria que su tía Minerva acudía a muchas cosquillas para hacerla reír. Una noche contemplaban el cielo estrellado y su tía le dijo: - Mira, Guada, ¡qué hermosas estrellas!
Pero la exclamación de la niña la paralizó: ─¡Tía, yo tengo una! Y tras esta expresión, metió su pequeña mano en el bolsillo y sacó una estrella diminuta muy linda como jamás pudiera imaginarse.
            La tía, perpleja ante lo que veía, le preguntó: ─Guadalupe, ¿cuándo, dónde y cómo alcanzaste esa estrella?
            La niña con firmeza le respondió: ─Tía Minerva, solo te lo diré si prometes guardarme el secreto.
─Está bien, te lo prometo dijo la tía con una sonrisa placentera.
            De esta forma, la pequeña comenzó su relato:

            Tía, ya sabes que yo quería mucho a mi abuelo, pero un día vine a buscarlo y me dijeron que se había ido al cielo. Entonces decidí buscarlo en el mismo cielo; subí por unas escaleras blanquecinas y radiantes, a medida que ascendía, muchas estrellas aparecían en mi camino, a las que tomaba y guardaba en mis bolsillos. Al llegar muy, muy arriba me encontré con dos resplandecientes querubines, guardianes de aquella entrada. Uno de ellos, con alas doradas, me preguntó el motivo de mi visita. Cuando le dije que era para buscar a mi abuelo, el otro, con alas verdes, me contestó que eso no era posible, que tenía que regresar.
─¡Pues no, quiero ver a mi abuelo! Y no me moveré de aquí hasta que lo vea.
    Los querubines se miraron sonreídos ante la terquedad de la niña.
─Está bien –dijo el primero de los querubines- ¿Por qué crees que tu abuelo está en este lugar?
─Si les digo, ¿me dejarán verlo? –dijo la nena.
─Pues… -dijeron ellos.
─Con dudas no hay trato respondió ella.
─Está bien asintieron los querubines.
¡Me lo dijeron en la tierra y aquí una estrella me lo confirmó! –dijo la niña con sus ojos muy abiertos.
            Los ángeles quedaron maravillados ante semejante respuesta.
─¿A ver, y cómo es eso? ¿Tú hablas con las estrellas? –le dijo el de alas doradas.
─¡Sí! Ellas son mis amigas.
En ese momento, metió las manos en sus bolsillos y sacó estrellas muy diminutas, pero muy brillantes.
El querubín de alas verdes la interrogó: Queremos saber cuál de ellas te dijo que aquí podías hallar a tu abuelo.
─Eso no se los puedo decir. Estén conformes con saber que fue una de ellas asintió enérgicamente Guadalupe.
            Ante la actitud de la niña, los querubines le dijeron que así no podían ayudarla y ella, al ver que ellos hablaban muy seriamente, prosiguió casi desvanecida:
            ¡Ah, no! Es que si les confieso cuál de ellas fue, ustedes la echarán de aquí y…
─¿Pero, cómo? Si has sido tú quien la ha tomado de aquí –contestó el de alas doradas.
─Sí, pero eso será hasta que consiga a mi abuelo. Prometo devolverlas… si me dejan verlo –dijo la niña casi en susurro.
─Lo verás –dijeron los ángeles al unísono-solo es importante que nos diga cuál de ellas fue. Te prometemos que recibiremos a todas las estrellas que guardas en tus manos le dijo el de alas verdes.
            Guadalupe abrió sus manitos con mucho temor y señaló a la más brillante.
            Los querubines se miraron muy sonreídos.
─¿Qué pasó? ¿Acaso dije algo chistoso? dijo ella molesta.
─No, mi niña, entréganos la estrella –dijeron ellos.
            Temerosa, la niña obedeció a los ángeles; al mismo tiempo que su mirada inocente rogaba que protegieran a la estrella.
─Preciosa niña, no podemos arrojarla porque esta estrella es tu abuelo. En ella se convirtió cuando subió al cielo –le informó el de alas doradas.
            Ella, con tristeza les suplicó: ¿Y si ahora les digo que me quiero quedar con ella?
─No, no puedes porque este es el lugar de tu abuelo. Además, hicimos un trato, ¿no?
            La niña bajó su cabecita y con una voz débil respondió: Es verdad, ¿pero ahora cómo podré reconocer a mi abuelo cada vez que mire al cielo?
─Porque verás titilar el corazón de la estrella cargado de mucho brillo y musicalidad –le respondió el de alas verdes.
            Guadalupe, sin más, soltó las estrellas por encima de los querubines, descendió con lentitud por la escalera celestial, mientras una de sus manos irradiaba una luz muy brillante que le iluminaba el camino.

            Ante maravilloso relato, la tía Minerva tomó a la niña en sus brazos y con lágrimas en los ojos, le preguntó:
─A ver nena, me gustaría saber por qué aún conservas una estrella, si me has dicho que todas las arrojaste allá arriba.
─Porque hay un pedacito del corazón de mi abuelo que llevaré por toda la eternidad – dijo la niña dulcemente.


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