martes, 21 de agosto de 2018

La luna mordida (Cuento)



LA LUNA MORDIDA
A los niños: Alejandra, Nazareth, Joseannys, José, Jeremías y Ezequiel.
Primos y sobrinos queridos, inolvidable tarde de juegos.

                Ezequiel era un niño que estaba en su último nivel de preescolar y le encantaba morder cada vez que se molestaba. Mordía las almohadas, los muebles, los juguetes, todo lo que encontrara a su paso.
Un día salió muy enojado al patio, porque se negaba a pasar a primer grado. Él decía que eso era muy difícil. Al cabo de un rato, cuando casi caía la noche, sus primos lo buscaban para jugar y, antes de que hallaran a Ezequiel sentado debajo de la mata de mango, uno de ellos gritó: —¡Miren, la luna está mordida!
 Todos expresaron su asombro con algarabía. Ante tal escándalo, la abuela Carmen salió a ver qué sucedía.
            Los niños vociferaban: ¡Abuela, mira la luna! ¡Alguien la mordió!
La abuela se sonrió y antes de hablarles de las fases de la luna, preguntó: ¿Dónde está Ezequiel?
No sabemos, abuela. Tenemos rato sin verlo. respondieron.
En ese momento, se escuchó una vocecita: Aquí estoy, abuela mientras que con una de sus manos, saludaba a sus primos.
Y antes de que la abuela Carmen hablara, los niños le preguntaron:
¿Ezequiel, sabes quién mordió la luna? ¿Fuiste tú?
 respondió él cándidamente.
Todos comenzaron a increparlo con rapidez:
¿Por qué lo hiciste?
¿Qué te hizo ella para que la mordieras?
¡Con razón no ilumina tanto!
Ya basta de morder, Ezequiel, por favor.
¡Ezequiel, Ezequiel, Ezequiel…!
Hasta que la abuela los interrumpió: Queridos nietos, déjenlo hablar, por favor.
Abuela, no quiero ir a primer grado, eso es muy difícil. Aún no escribo tan rápido. Estoy mejorando en lectura y ya aprendí a sumar, pero todavía me falta mucho por saber. Quiero quedarme en el jardín con mi maestra Alicia.
A medida que pronunciaba cada frase, sus ojos se le llenaban de lágrimas.
Y sí, mordí la luna, de lejos, pero la mordí. Y rompió a llorar.
La abuela buscó papel, lápices y colores. Los llamó a todos a la mesa del comedor y comenzó a explicarles las distintas fases de la luna, a medida que las dibujaba.
Tenemos la luna nueva, creciente, cuarto creciente, llena, menguante y cuarto menguante. La que nos está iluminando en este momento es la luna creciente, cuya forma es como un cuerno. Por eso, querido nieto, no has mordido la luna realmente, solo está en su fase… y dejó una pausa interrogativa para que sus nietos respondieran:
¡Creciente, abuela! exclamaron los niños.
¡Muy bien! dijo la abuela muy emocionada y luego en un tono ceremonioso continuó: A ver, Ezequiel, ¿cómo te sientes cada vez que muerdes?
El niño inmutado ante aquella inesperada pregunta y luego de un silencio expectante, musitó: Mal, abuela, porque me quedan doliendo los dientes.
Entonces, querido nieto, ¿crees que te hace bien seguir mordiendo?
No, abuela.
¿Y qué harás de ahora en adelante, Ezequiel?
Morder, abuela.
Todos los niños exclamaron: ¡Ezequiel!
Pero, déjenme terminar. De ahora en adelante solo morderé la comida, las frutas y los dulces que me den mi mamá, mi papá y toda mi familia.
Todos los primos aplaudieron mientras gritaban: ¡Bravo, Ezequiel!
El niño se quedó mirando fijamente a sus primos y a su abuela, y luego preguntó: ¿Abuela, y me dejaran en el jardín con mi maestra Alicia?
No, mi niño. Pasarás a primer grado. No es difícil. Poco a poco irás aprendiendo y mejorando cada día. Con amor y dedicación lo lograrás. Ezequiel, nada es imposible, cuando se quiere,
Los primos agregaron muy entusiasmados:
¡Es cierto, primo, estudiar también puede ser muy divertido!
¡Yo tuve miedo al principio, pero después se me quitó!
¡Poco a poco, primo, como dice la abuela!
¡Así que abajo el miedo!
Y todos contentos expresaron: ¡Abajo el miedo! ¡Gracias, abuela!
Y sin decir más, todos abrazaron a Ezequiel, dibujaron y colorearon distintas lunas, mientras que la abuela les preparaba una deliciosa cena.


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