EL SILENCIO DE CAMILA
A Anna Camila Ch, la niña que volará muy alto.
Aquella tarde, Camila, una niña muy
inteligente y despierta, llegó muy abstraída del colegio. Mientras merendaba,
no dejaba de pensar en aquella frase aterradora expresada por su maestra:
─¡Mañana llegaré cortando rabo y oreja!
Tal pronunciamiento la había dejado
inmóvil en el pupitre, ajena al resto de las palabras que decía su maestra. En su
cabeza solo hubo un pensamiento:
─¡Quedaré como un rabipelado!
De inmediato, empezó a imaginarse cómo haría
si se quedaba sin orejas, cómo escucharía a su mamá, a su abuela, a su papá, a
sus amigos. ¿Y dónde se colgaría los zarcillos? ¡Y sin rabo! ¡Cómo haría para
ir al baño! Así estuvo, hasta que el sonido del timbre la despabiló.
Mientras meditaba sobre lo sucedido, su madre suspicaz la miró e interrogó : - ¿Cómo te fue en el colegio?
─Bien ─musitó la niña.
─¿Bien?, ¿solo eso? ─, le espetó la madre.
─Sí, solo eso, mamá.
Era habitual que Camila narrara ciertas
anécdotas sucedidas en su colegio, por lo que esta actitud silenciosa era
bastante extraña. No obstante, su madre no quiso insistir con más preguntas y
consideró que lo mejor era respetarle el silencio a su hija.
─Ya mañana habrá tiempo para conversar con ella durante el desayuno ─pensó la madre.
Llegó la hora de dormir y Camila se fue a la
cama pensando en cómo haría para no ir al colegio al día siguiente: ─¿Y si le digo a mamá que amanecí con un
fuerte dolor de barriga?, o mejor, ¡tengo fiebre, mamá! Pero… ¿y si me toma la
temperatura y llama al doctor para que me inyecte?
Estos pensamientos bamboleaban en su mente
hasta que se quedó dormida.
Al sonido de la alarma, la madre llamó a su
hija: ─¡Buenos días, Cami, es hora de levantarse!
Tras el llamado, la niña se aferró a su
cobija, se cubrió hasta la cabeza y le dijo a su mamá que no quería ir al
colegio.
─Pero, ¿qué es lo que pasa, hija? ─interrogó la madre, al tiempo que se sentaba en la cama, al lado de la niña.
Poco a poco, Camila fue asomando su rostro,
hasta que soltó el llanto y dijo:
─Mamá, es que si voy al colegio, llegaré a casa convertida en un rabipelado.
─¿Cómo es eso, Camila? ¿De dónde sacaste esa idea? ─le preguntó la mamá muy asombrada.
La niña le contó lo que había dicho su maestra, imitándola muy bien:
─¡Mañana llegaré cortando rabo y oreja!
Y así le refirió el motivo de no
querer ir al colegio. Su madre, ya tranquila y muy sonreída le aclaró que dicha
frase es muy utilizada por los adultos, pero en sentido metafórico; la maestra
solo quiso decir que llegaría muy exigente con todos los niños, para así
motivarlos a estudiar más en casa.
─¡En serio, mamá! ─Y con una gran sonrisa y una de sus manitos puesta en el corazón, continuó: - Ah, gracias mamá, por explicarme. Entonces, ahora sí quiero ir al cole.
De esta manera, Camila se levantó muy feliz
para ir a su colegio y, mientras desayunaba, su madre la miraba con dulzura.
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