CUADRO III
¡Ave María Purísima!
Una mañana el pueblo amaneció
estropeado luego de una noche de parranda. Pero la desaparición del perro Tulio
y el gato Pito, las mascotas más queridas de los habitantes, les había
arruinado aquel amanecer.
Los vecinos, entre murmuraciones y
lamentos, expresaban su preocupación por tales ausencias.
Ángela, mujer sabia y muy respetada en el
pueblo, los llamó a todos para conocer el paradero de Tulio y Pito. Cuando se
disponían a discutir sobre el asunto, se escucharon las campanas de la iglesia.
Un escalofrío invadió el ambiente.
─¡Ave María Purísima! ─era la frase común,
principalmente en boca de las mujeres. Algunos se persignaron; otros se
arrodillaron; otros precavidos sacaron sus escapularios de los bolsillos.
De repente, los pasos de una figura negra se
acercaban a ellos. Era el padre de la iglesia, quien paso a paso se abría entre
la multitud.
─Ambos han muerto –dijo solemnemente.
Se hizo un insoportable silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario