jueves, 20 de septiembre de 2018

El amor de Chicho y Oriana (Cuento)



El amor de Chicho y Oriana
A mi Carlos Franco y a su gato Chicho, dos amigos inseparables.

Había una vez un gato llamado Solarius, a quien mimosamente le decían Chicho. Vivía en una floresta urbanización capitalina, en donde había nacido y crecido. Este apacible felino estaba muy enamorado de la gata Oriana, desde la primera vez que la vio mudarse a la casa vecina, con aquel hermoso lazo color fucsia.
Oriana no fue indiferente ante aquella mirada flechada por Cupido, por lo que desde ese día su corazón gatuno tampoco dejaba de palpitar. Un simple maullido amoroso era suficiente para correr y verse en la reja lateral que dividía a sus hogares.
─Miau, miauamor Chichito, miau ─le decía la gata con dulzura.
─Miau, miauamor Oriana, miau ─le decía el minino con ternura.
Ahora, no sólo aquella reja separaba tal amor felino, sino la excesiva protección que tenían ambas familias por sus queridas mascotas, en especial, los dueños de Oriana, a quien pronto harían esterilizar, por lo que no querían que su gata se vinculara con algún gato. De allí que estos tortolitos, al estilo de Romeo y Julieta, siempre buscaban verse a escondidas, para evitar que sus dueños los separaran.
 Un día, Chicho y Oriana se divertían jugando, hasta que el minino le pidió a su amada felina que se casara con él. Ella reaccionó con fuertes maullidos, azorados rasguños y fuertes gruñidos.
Ante tal escándalo, los respectivos dueños se acercaron a ver qué pasaba. Al ver a sus gatos tan asustados, la reacción acalorada fue inminente. El dueño de Oriana fue el primero en hablar:
─Ya ves por qué tu gato no puede estar cerca de mi gata. 
─Pero, por qué no entiendes que ellos están enamorados.
─¿Enamorados? ¡Te volviste loco! ¡Eso es imposible! Ella pronto será esterilizada.
─Pero eso no impide que se amen, ¿no lo comprendes?
─Nada. Te agradezco que estés más pendiente de Chicho, así como yo lo estaré de Oriana.
─Pero déjalos ser felices.
─He dicho que no. Adiós.
Así parecía terminar esta historia, pero este amor era más fuerte, por lo que luego de pasar unos días muy tristes y tras un secreto reencuentro, volvieron a encontrarse:
─Miau, miauamor, ¿qué te pasó?, ¿por qué reaccionaste de esa manera aquel día? ─interrogó Chicho con nostalgia.
─Miau, porque sentí mucho miedo, miauamor Chicho, miau ─respondió la minina casi en susurro.
─Miau, ¿miedo?, ¿de mí?
─De ti no, sino de tu propuesta, miau.
─Pero, lo que te pedí fue algo grandioso. Jamás sería para hacerte daño, miau.
─Pero es que mis dueños me harán esterilizar pronto y yo quiero tener gatitos a tu lado, miau.  
─¡Ah! ¡Es por eso! No te preocupes. ¡Huiremos de nuestras casas!
─¿Te parece?
─¡Claro!
Los ojos de Oriana se iluminaron de tanta alegría. Ambos quedaron mirándose fijamente hasta comenzar a acariciarse con mucha sutileza. Ronroneos y maullidos de amor comenzaron a ventilarse a través de aquella reja divisora, expandiéndose por las dos casas en disputa.
Tal fue el efecto de esta muestra de amor, que los dueños acudieron a ver de dónde provenía aquel aire armonioso y romántico.
Al encontrarse con aquel cuadro de amor gatuno, fue inevitable no conmoverse. En consecuencia, el dueño de la gata determinó no esterilizarla hasta que tuviera su primera cría; ambos decidieron dejar que los gatos se unieran para siempre, y se estrecharon la mano como símbolo de una amistad perdurable, así como el amor de Chicho y Oriana.



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