martes, 7 de agosto de 2018

Las mariposas (Versión breve)


Las mariposas

El mar se cubrió de mariposas doradas y plateadas que revoloteaban armoniosamente desde el centro de las aguas hasta la orilla de una de las playas más concurridas. Llegaron los bañistas y no pudieron disfrutar del mar, puesto que los rayos del sol se reflejaban en estos hermosos insectos y encandilaban las miradas atónitas de las personas que se encontraban en aquel lugar.
    —¿Pero, qué ha ocurrido? —se preguntaban todos. Y así, entre incertidumbre y murmuraciones los visitantes no podían deleitarse en su día de descanso.
     Guillermo se quedó inmóvil ante aquella presencia maravillosa, sus ojos contuvieron muchas lágrimas a causa de tormentosos recuerdos. A los pocos minutos gritó muy fuerte:
─Entonces, ¿nos quedaremos aquí parados? ¡Hay que desaparecerlas!
Antonio, otro de los visitantes, dijo: —¿Qué locura dices? No hay que negar la hermosura de estas mariposas jamás vistas. Mira cómo la gente no para de tomarles fotos.
─Pues a mí no me interesa, yo vine a disfrutar de mis vacaciones y no es posible que unas simples mariposillas se atrevan a impedírmelo —dijo el hombre en un tono airado.
─Pienso que lo mejor es que te vayas a otra playa, puesto que dudo que esta admiración por ellas se acabe pronto.
─¡No me iré! La playa no es sitio para ellas, ya verán.
         El hombre ofuscado comenzó a lanzarle piedras a las mariposas. En ese instante las demás personas comenzaron a gritarle: —¡Estás loco!, ¡detente!, ¡márchate de aquí!
         Ante cada lanzada, una lágrima rodaba por cada una de sus mejillas, a la vez que gritaba: —¡Por mi mamá!, ¡por mi hija!, ¡por Amanda! El hombre no pudo seguir con su actitud agresiva, ya que cada vez que lanzaba una piedra aparecían más mariposas danzando, cada vez más bellas y deslumbrantes.
De esta manera, el hombre no pudo soportar el reluciente espectáculo, irrumpió en llanto, se marchó cabizbajo y con el corazón mordido por su propio resquemor.


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