lunes, 27 de agosto de 2018

¡Fabi: quiero una abuela como la tuya! (Cuento)



¡Fabi: quiero una abuela como la tuya!
A Fabiana I, la niña que dibuja unos hermosos atardeceres.

Fabi era una niña que le encantaba dibujar y bailar. Lo primero se lo había enseñado su padre, mientras que el amor al baile se lo había inculcado su abuela, quien se divertía mucho con su nieta enseñándole pasos al ritmo de la música.
Un día, la niña se encontraba viendo su película favorita hasta que escuchó la voz de su madre: Hija, te busca tu amiga Natalia.
Era su mejor amiga desde que estaban en preescolar y vecina del mismo piso, por lo que se veían con mucha frecuencia. 
A Fabi no le importó detener la película, en otro momento podía verla; por lo que salió muy alegre al encuentro de su amiga, quien la sorprendió con estas frases:
            ¡Fabi, quiero una abuela como la tuya! ¡Vamos a intercambiarlas para siempre!
¿Qué es eso, Nati? ¡Te volviste loca! Si todas las abuelas son lo máximo. ¿Por qué quieres hacer eso?
¡Porque la tuya baila y la mía no! expresó la niña muy molesta.
¡Ah, es por eso! Pero podemos hacer algo. ¿Y si le digo a mi abuela que le enseñe a la tuya? propuso Fabi con entusiasmo.
Seguramente dirá que no.
¿Y ya se los has preguntado?
Eh… no… Y ya no la quiero por eso dijo la niña.
No digas eso. Si quieres te acompaño a preguntárselo. ¡Vamos!
            A pesar de la resistencia de su amiga, Fabi logró convencerla y se acercó a la cocina a solicitar el permiso a su mamá:
            Mami, ¿puedo ir un momento a la casa de Nati?
¿Y eso para qué, hija?
Eh… es que le preguntaremos a su abuela si quiere que mi abuela le enseñe a bailar.
La madre, a pesar de haber escuchado la conversación de las niñas, le preguntó:
¿Y por qué Natalia quiere que su abuela baile?
Mami, porque como no baila, dice que ya no la quiere.
La mamá se dirigió a la sala y con mucha prudencia le habló: Nati, a ver, qué cosas te ha enseñado tu abuela.
¿Mi abuela? interrogó la niña sonrojada.
Sí, tu abuela.
Ella me ha enseñado a leer mejor, a preparar unas ricas merengadas, a cantar… pero…
¿Pero?
¡Pero no sabe bailar! dijo la niña enérgicamente y casi susurrando agregó Y por eso no la quiero.
Ven acá, querida niña. El hecho de que tu abuela no baile, no es motivo para no quererla. Quizá no baile, pero te ha enseñado otras cosas muy valiosas. No todas las abuelas bailan, pero todas tienen un amor muy grande por sus nietos.
Natalia se mostró un poco turbada ante estas palabras. La madre le pidió a la niña que cerrara los ojos y se pusiera las manos en el corazón: ¿Qué sientes por tu abuela? la interrogó cariñosamente.          
Luego de unos breves segundos, Natalia respondió casi sollozando. ¡Un amor muy grande!
            Por lo tanto, querida niña, nunca dejarás de amar a tu abuela por ninguna razón. Cuando el sentimiento es profundo y verdadero, nada puede extinguirlo.
 ¡Mami, qué hermosas palabras dices! exclamó Fabi con alegría.
            Entonces, ¿qué puedo hacer ahora? preguntó Nati un poco más calmada, gracias a las bellas palabras impregnadas de dulzura de la madre.
         ¡Ya sé! intervino Fabi ¿Y si tú aprendes a bailar primero con mi abuela y luego enseñas a la tuya.
¡Es una buena idea, Fabi! ¡Genial!
            Siempre y cuando tu abuela quiera, Natalia aclaró la madre; pero estoy segura que con lo divertida que es ella, no se negará a aprender algunos pasos de baile.
            ¡Así lo haré! Ahora, ¿puedo ir con Fabi a proponérselo?
            Por supuesto, Nati. Las acompañaré a la puerta.

    De esta manera, ambas niñas convencieron a la abuela que, si bien no estaba segura de aprender muchos pasos, solo quería divertirse con su nieta. Natalia practicaba con ella todos los pasos que aprendía con la abuela de Fabi y, entre risas, equivocaciones y repeticiones, se divertían algunas tardes al ritmo de alegres melodías. 


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