AQUEL ARCOÍRIS
Ese imponente
arcoíris parecía salir de aquel hoyo montañoso. Parecía una pincelada maestra
hecha por un gran artista. Tanto que me recordó la señal bíblica. Quise
sumergirme en él, pero la velocidad del automóvil no me lo permitió.
Su recuerdo me
inquietaba hasta que un día decidí regresar. Tomé un taxi y al pasar por aquel
paisaje montañoso, allí estaba, imponente y hermoso, a la espera de alguien que
se acercara a él.
Me bajé del
vehículo, luché con malezas y piedras, poco a poco fui escalando la montaña. Me
caí y una de mis rodillas pegó contra una gran roca, me rompí y la sangre
comenzó a brotar. Saqué un pañuelo y lo adherí muy fuerte en el lugar de la
herida. Continué mi camino. Mi frente sudaba, mis manos estaban frías, pero yo
solo pensaba en llegar al arcoíris. Al fin, alcancé la cima de la montaña, lo
abracé y me fusioné con su ropaje multicolor.
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