lunes, 29 de abril de 2019

La clase



La clase
Dedicado con especial afecto al Colegio El Placer.
            Pensar que tener cultura es tener dinero o saber mucho. No es así.
            Pensar que tener cultura es no tener dinero o no saber nada. Tampoco es así.
            Tener cultura es tener clase.
            ─¿Y dónde creen ustedes que se obtiene la clase?
            ─¿En dónde más, profe? ¡En el colegio!
            ─¿En el colegio? No, estoy seguro que en la casa, profe.
Silencio.
            Tener clase es respetarse y respetar al otro; es ser auténtico y asertivo; es reconocer y aceptar los errores; es cuidar una flor, una mascota; es comprender más y juzgar menos; es preservar nuestra madre Tierra; es expresar tu enojo, no demostrarlo; es aprender a escuchar; es fluir; es amar.
Silencio.
            ─¡Ay, profe! ¿Todo eso?
            ─Nos está pidiendo mucho, profe.
            ─Está bien, queridos estudiantes. Entonces, ayúdenme ustedes a hacer un decálogo más sucinto.
Silencio.
Intercambio de pensamientos.
            Entonces, podemos concretar que la clase no se compra, no se vende, no se alquila, no se hipoteca. Simplemente se tiene o no se tiene.
            La clase y la cultura, la cultura y la clase son hechos aprehensibles desde que nacemos hasta que morimos.
Sonido del timbre.


            

viernes, 26 de abril de 2019

El Caballero Bombón


El Caballero Bombón
A Keiver José González Alcántara,
con mucho amor para uno de los primeros niños artistas
de Mirada Creativa.
 .

            Una tarde, el pequeño Keiver se encontraba mirando el paisaje a través de la ventana de su habitación. Desde allí observaba con atención el vuelo de algunas aves y el baile de las ramas de los árboles al compás del viento.
            De repente, cerró sus ojos y un vistoso colibrí se posó a su lado:
─¿Qué te sucede, pequeño?
            Luego de sorprenderse por tan inesperada visita,  se estrujó los ojos para cerciorarse de que no estuviera soñando.
─¡Hey! Pero… ¡si eres un ave! ¿Cómo puedes hablar?
─No te asustes, amigo.
─¡Cómo quieres que no me asuste! Si los animales…
            Antes de culminar su frase, el colibrí empezó a trinar alegremente y a volar hacia atrás y hacia adelante, en una danza inexplicable para el niño, quien no salía de su asombro ante semejante aleteo del ave, y que le había dibujado una sonrisa en su rostro.
─¿Ya estás más tranquilo? ─, le preguntó el pájaro muy sonreído al ver que el miedo del niño había mermado. ─¿Vas a decirme qué te pasa?
─Estoy preocupado.
─¿Preocupado? Si eres un niño.
─Y tú eres un ave.
            Ante estas afirmaciones, los dos prorrumpieron en risas.
─¿Por qué estás preocupado?, ─indagó el bondadoso colibrí.
─Porque tengo que ser un Caballero Bombón. ─respondió el pequeño con un leve suspiro.
─¿Un Caballero Bombón? ─inquirió el ave muy desconcertado.
─Oye, desde que llegaste no has dejado de hacerme preguntas. ¿No sabes hacer otra cosa?
─Volar, mira.
            Cuando ya se disponía a danzar nuevamente, Keiver reaccionó:
─Está bien, está bien, discúlpame. Veo que eres un amigo verdadero porque quieres escucharme.
            El pájaro le trinó cariñosamente, en señal de prestarle atención.
─Sí, tengo que ser un Caballero Bombón en mi clase de teatro. ─expresó un poco angustiado, con sus manitas apoyadas en sus mejillas.
─¡Ah! ¡En tu clase de teatro! ¡Ahora sí entiendo!
─¿Y tú sabes lo que es teatro?
─Viste que no soy el único que hace preguntas ─le dijo el ave pícaramente.
─Es cierto ─ al tiempo que se reía por la ocurrencia del pequeño colibrí─, pero ¿cómo sabes lo que es teatro?
─Porque nosotros existimos desde hace millones de años, y el teatro ha existido desde hace millones de años.
─¿Qué? ¡Grandioso!
─ Pero lo que no comprendo es tu angustia con eso de representar a un Caballero Bombón.
─Por dos razones: porque caballero es de hombre y yo soy un niño. Falta mucho, muchísimo para convertirme en un hombre. Y los bombones se comen, y yo no soy comestible.
El pájaro no pudo contener la risa.
─¡Hey! ¿Por qué te ríes? ─increpó el niño un poco molesto.
            ─Discúlpame, solo que me dio mucha risa lo de comestible. Por supuesto que no lo eres. ¿Por qué dices eso?
            ─¡Porque no sé cómo hacer eso de Caballero y Bombón, al mismo tiempo!  ¿Por qué mi  profe de teatro no pudo darme otro papel más fácil, como el de un mago, un payaso o un ave, como tú?
            ─Cálmate, estoy seguro que tu profesora te dirá cómo hacerlo. ¿Cuándo te dieron el papel?
            ─Esta mañana.
            ─¡Apenas esta mañana! Lo ves. Confía en que la profe te ayudará en la próxima clase. Ese día le notificas todas tus dudas.
            ─¿Tú crees?
            ─¡Por supuesto! ¿Y hablaste con tu mamá? Mira que las madres son los seres más maravillosos e incondicionales de la tierra. Te escuchan, a veces te regañan, pero te escuchan, que te lo digo yo. ¡La mía es regañona, pero adorable!
─¡Ay, amigo! Sí, ya hablé con ella. ¿Y sabes que me dijo?
─¿Qué te dijo?
─Que usara mi imaginación y…
─¡Ves! ─lo interrumpió el ave─ Las madres siempre iluminan.
─Pero… mi mamá me dijo cómo era un caballero, pero no me dijo cómo era un Caballero Bombón.
─¡Ah, ya! ¿Quieres volar?
─¡Ah, no, colibrí! Piensas volverme loco. Yo no tengo alas.
─Quise decir, volar con la imaginación.
─¡Ahhhh! Mi mamá siempre me dice que nunca pierda la imaginación, sobre todo cuando esté grande.
─Y tu mamá tiene razón. Nunca pierdas tu imaginación, es lo mismo que decir tu niño interior.
─¿Cómo es eso?
Niño que no es curioso, no es niño. ─dijo el colibrí en un leve susurro.
─¿Qué dijiste, amigo?
─Nada, nada. Luego te explico lo del niño interior. Ahora, ¡a volar!
─¡A volar!
─Cierra los ojos. ─exhortó el ave.
De repente, el azul del cielo se hizo más brillante, mientras el agradable soplo del viento acompañaba el canto de los pájaros que volaban por encima de los árboles.
Hasta que se escuchó la cálida voz del amistoso colibrí:
En un país muy lejano vivía un joven muy guapo, pero muy maleducado. Esta cualidad no era del agrado de ninguna de las muchachas a quienes él pretendía. Todas se alejaban, por lo que cada vez estaba muy solo. Hasta que un día, mientras se miraba frente al espejo, su corazón comenzó a sentir mucha tristeza.
En ese momento, se le apareció un hada muy indulgente, quien se apiadó del joven y le dijo: ─Mírate, ¿cuáles son tus cualidades?
─Bueno, soy apuesto…
─¿Y qué más?
─Atractivo…
─Ajá, ¿y?
─Un galán. Todo un bombón.
─Muy bien. Eso es por fuera, ¿y por dentro?
No hubo respuesta.
─¿Cuántas veces te has equivocado y no has pedido disculpas?, ¿cuántas veces has tenido que dar las gracias y no lo has hecho? ─reanudó el hada.
─A veces sí lo digo. Como todo un bombón. ─manifestó el joven en un tono casi desfallecido.
─Pero un bombón es dulce y  tú…
Esta pausa del hada fue el detonante para que el mozo cayera al piso de rodillas y rompiera a llorar.
Al cabo de unos minutos, aún entre sollozos, reconoció: ─Admito que la mayoría de las veces no soy tan bombón. ¿Cómo hago para serlo?
─Empieza desde tu corazón. Te convertirás en un verdadero bombón si eres dulce y amable con las demás personas. Y esa dulzura viene de adentro, no de afuera. Y así serás todo un caballero bombón.
El joven se quedó en silencio, meditabundo, mientras el hada se alejaba sonriente y complacida. Y colorín colorado…
─¡Este cuento se ha acabado! ¡Qué bonita historia, colibrí! ¡Ahora entiendo lo de ser un caballero y bombón al mismo tiempo.
─¡Me contenta mucho, amigo! ─exclamó el ave con mucho regocijo.
En ese momento, se escuchó la voz de la madre de Keiver: ─Hijo, ven a comer tu merienda, ya está servida.
─Voy, mami. ─manifestó el niño─ Oye, oye ¿y cómo es eso del niño interior?
─Ya no dará tiempo de aclararte. Pero pregúntale a tu mami. Estoy seguro que te dará respuestas muy sabias.
─Está bien, colibrí. ¡Adiós!
─¡Adiós, amigo!
Mientras el niño se deleitaba con su refrigerio, interpeló: ─Mami. ¿Qué es un niño interior?

La madre, ante la repentina pregunta del pequeño, sonrió, suspiró y se quedó mirándolo, buscando una respuesta que yacía olvidada en su corazón, pero que su hijo le había hecho rememorar.

Luna de otoño

  Luna de otoño Esa mañana de otoño se entregó con vehemencia a la lectura de aquel libro, del que estaba segura le daría pistas sobre aqu...