Estaciones del amor
I
Aquella primavera floreció tu amor en
mí
bajo el hechizo de tu mirada
un fulgor electrizante cubrió mi
tímido corazón
que me llevó a conocer las
profundidades del amor.
La fuerza de tus abrazos impregnó de
gloria mi pecho.
El fuego de tus besos encendió cada
poro de mi sexo.
¡Qué
energía poderosa puede emanar un alma enamorada!
¡Qué
vigor puede adueñarse de una piel cautivada!
¡Qué
hermosa virtud de amar sin fronteras!
II
El desconcertante verano de tu amor
llegó repleto de inopinadas esperas
de acalorados pensamientos
que comenzaron a sembrar dudas en mi
alma sedienta.
Mi corazón comenzaba silentemente a
fragmentarse.
Mas la lealtad al amor me llenaba de
esperanzas
y barnizaba de dulzura las grietas
que producían tu cruel entelequia.
¡Solo
la hipnosis de tu belleza pudo mantenerme en tan tormentosa espera!
¡Solo
el poder de tu presencia pudo soterrar tan vil obcecación!
¡Solo
la fe en el amor pudo causarme tan dolorosa ceguera!
III
El otoño de tu desamor arreció con el
esplendor de tu mirada
tanto, que se estremeció mi alma… lamentablemente: aún te amaba.
Permití que el acecho de tu
premeditada falacia circundara mi ánima enamorada
con la esperanza de que un ínfimo
decoro se alojara en tus entrañas
y al menos tuvieras la valentía de decirme
que todo había sido una loca equivocación,
que todo había sido una loca equivocación,
una dulce confusión, un absurdo
juego, un descontrolado tropezón,
un frenético error, un imposible amor.
Pero no, seguiste serpenteando,
coqueteando, urdiendo tu quimérica red
en la que caí rendida al simple
contacto de un apremiado y exquisito abrazo.
Fue como una llovizna fresca que
sosegó mi alma
y que anhelé que nunca cesara
porque había resurgido un destello de
esperanza.
¡Momento
efímero de placidez solo fue el preámbulo de tu infame arremetida!
¡La
frivolidad de tu desamor hizo su aparición sin miramientos!
Empezó la caída de las hojas del árbol trazado
con pinceladas multicolores
impregnadas de mi amor.
¡La
herida hizo pedazos mi corazón!
IV
El inevitable invierno del desengaño
me sacudió durante largas noches.
El duelo apretujó mi pecho profundamente.
El salomónico alejamiento exasperó mi alma.
El espejismo de esta pasión escarbó
mis pensamientos agriamente.
Un torrente lluvioso inundó mi ser.
El borrascoso luto extinguió mi fe en
este amor.
Nada
que hacer. Solo alimenté una esperanza marchita.
V
Transito nuevos horizontes para
renacer en una espléndida primavera.