domingo, 28 de octubre de 2018

Estaciones del amor




Estaciones del amor
I
Aquella primavera floreció tu amor en mí
bajo el hechizo de tu mirada
un fulgor electrizante cubrió mi tímido corazón
que me llevó a conocer las profundidades del amor.
La fuerza de tus abrazos impregnó de gloria mi pecho.
El fuego de tus besos encendió cada poro de mi sexo.
¡Qué energía poderosa puede emanar un alma enamorada!
¡Qué vigor puede adueñarse de una piel cautivada!
¡Qué hermosa virtud de amar sin fronteras!
II
El desconcertante verano de tu amor
llegó repleto de inopinadas esperas
de acalorados pensamientos
que comenzaron a sembrar dudas en mi alma sedienta.
Mi corazón comenzaba silentemente a fragmentarse.
Mas la lealtad al amor me llenaba de esperanzas
y barnizaba de dulzura las grietas que producían tu cruel entelequia.
¡Solo la hipnosis de tu belleza pudo mantenerme en tan tormentosa espera!
¡Solo el poder de tu presencia pudo soterrar tan vil obcecación!
¡Solo la fe en el amor pudo causarme tan dolorosa ceguera!
III
El otoño de tu desamor arreció con el esplendor de tu mirada
tanto, que se estremeció mi alma… lamentablemente: aún te amaba.
Permití que el acecho de tu premeditada falacia circundara mi ánima enamorada
con la esperanza de que un ínfimo decoro se alojara en tus entrañas
 y al menos tuvieras la valentía de decirme 
que todo había sido una loca equivocación,   
una dulce confusión, un absurdo juego, un descontrolado tropezón,
un frenético error, un imposible amor.
Pero no, seguiste serpenteando, coqueteando, urdiendo tu quimérica red
en la que caí rendida al simple contacto de un apremiado y exquisito abrazo.
Fue como una llovizna fresca que sosegó mi alma
y que anhelé que nunca cesara
porque había resurgido un destello de esperanza.
¡Momento efímero de placidez solo fue el preámbulo de tu infame arremetida!
¡La frivolidad de tu desamor hizo su aparición sin miramientos!
 Empezó la caída de las hojas del árbol trazado
con pinceladas multicolores impregnadas de mi amor.
¡La herida hizo pedazos mi corazón!
 IV
El inevitable invierno del desengaño me sacudió durante largas noches.
 El duelo apretujó mi pecho profundamente.
 El salomónico alejamiento exasperó mi alma.
El espejismo de esta pasión escarbó mis pensamientos agriamente.
Un torrente lluvioso inundó mi ser.
El borrascoso luto extinguió mi fe en este amor.
Nada que hacer. Solo alimenté una esperanza marchita.
V
Transito nuevos horizontes para renacer en una espléndida primavera. 


Luna de otoño

  Luna de otoño Esa mañana de otoño se entregó con vehemencia a la lectura de aquel libro, del que estaba segura le daría pistas sobre aqu...